viernes, 27 de mayo de 2016

La Mujer y el Tabaquismo.


A menudo, ocurren cambios en la realidad cotidiana que pueden resultar tan imperceptibles para el sentido común que no llaman la atención social ni académica, a pesar de que, probablemente, sean consecuencia de transformaciones en las estructuras sociales .El consumo femenino de cigarrillos constituye uno de estos fenómenos.
El estudio del problema del Tabaquismo ha enmascarado la dimensión social, cultural y de género que envuelve al consumo de tabaco como acción socialmente significativa.
El que las mujeres fumen se percibe hoy en día como algo normal y corriente, incluso natural. Pero no siempre las mujeres han fumado y cuando han fumado no lo han hecho por los mismos motivos que los varones. En la sociedad, el consumo de tabaco ha estado considerado, hasta hace relativamente pocas décadas, como una práctica propia de hombres – manifestación e instrumento vehiculizador de la masculinidad tradicional- estando socialmente censurada a la generalidad de las mujeres.
El cigarrillo se ha incrustado en los esquemas de cotidianidad e interacción social de una parte creciente de mujeres. Este cambio ha operado de forma tan radical que, actualmente, son más las chicas adolescentes y jóvenes que fuman que los chicos de su edad. Fumar ha pasado de ser algo extraño e impropio de la mujer a ser un comportamiento ampliamente extendido entre la población femenina y totalmente compatible con los roles femeninos.
Este trabajo profundiza en las significaciones, motivaciones y representaciones subjetivas en torno al inicio y continuación en el consumo de tabaco por parte de las mujeres fumadoras, desde el punto de vista de la Profesión de Enfermería.

Historia de Tabaquismo

El hábito de fumar apareció, entre los indígenas americanos y los colonizadores europeos que pudieron verlos aspirar el humo de hojas encendidas, pertenecientes a una planta llamada cohiva. 
Denominaban tabaco a un tubito utilizado para inhalar el polvo de las hojas de cohiva.
En Francia, llamaron rapé a éste polvo que fue introducido en ese país por Jean Nicot en 1559. Y se denominó nicotina a un alcaloide venenoso que en baja proporción, entra la elaboración del tabaco comercial. Por su parte, el corsario Francis Drake llevó a Inglaterra la costumbre de fumar en pipa, que había aprendido de los pieles rojas de Virginia. Los europeos adoptaron rápidamente este vicio, que según sus declaraciones ya no podría abandonar, y con el tiempo daría base a una industria gigantesca que producía altos a costa de la salud de la población.

Componentes del Cigarrillo

Cada cigarrillo contiene entre 7 y 20mg de alquitrán y produce 80cm3 de monóxido de carbono, que reduce en 10% la capacidad de transporte de oxígeno sanguíneo. 
Entre las 4000 sustancias químicas que se encuentran en los cigarrillos de hoy, más de 40 producen cáncer. 
Los filtros de los cigarrillos (las colillas) están hechos de acetato y No son biodegradables, es decir, permanecieron durante en el ambiente antes de degradarse. 
En el humo del cigarrillo se pueden encontrar sustancias tóxicas como la nicotina, monóxido de carbono, acetona, amonia, tolueno, ácido acético, Ddt, metano, formaldehído; como también se encuentran las sustancias cancerígenas como el benzopireno, el arsénico, el níquel, 1 – naftilamina, 4 – aminodifenil, polonio – 210, clorato de vinil uretano, cadmio, anilina.

Historia de la Mujer y el Tabaco

En marzo de 1929, un grupo de mujeres se manifestaron por las calles de Nueva York  protestando contra la desigualdad sexual. En sus manos en alto enarbolaban cigarrillos a  modo de “antorchas de libertad” como metáfora de la resistencia frente a los tabúes y  discriminaciones que sufrían la población femenina. Esta protesta se inició cuando una de  las mujeres que componía este grupo fue impelida por un hombre a apagar el cigarrillo que  estaba fumando en público, ya que dicha práctica en esta época no era vista como apropiada para una mujer.
El uso femenino de cigarrillos estaba asociado con la decadencia moral y la promiscuidad. Las pocas mujeres que fumaban solían ser actrices, prostitutas o lesbianas, y en general, mujeres que exhibían una feminidad desviada  (Greaves, 1996; Waldron, 1991; Tinkler, 2006; Elkind, 1985).
 El que una mujer fumara suponía una grave infracción a las normas sociales sobre cómo debe ser y comportarse una mujer decente. Y las que vulneraban estas normas solían ir acompañadas del escándalo. Durante la primera mitad del siglo XX, el que una mujer fumase era un acontecimiento estadísticamente raro y socialmente reprobable, aunque había unas pocas excepciones. Además de las artistas, actrices y mujeres de moralidad dudosa, existía un grupo de mujeres urbanas y de clase alta que se apuntaban a las modas extranjeras y comenzaban a asumir nuevos modelos modernos de comportamientos, mentalidades y estéticas, rompiendo y desafiando los parámetros tradicionales de la feminidad.
 El cigarrillo aparecía como un símbolo de modernidad y autonomía femenina, junto a otras prácticas como vestir pantalones, llevar el pelo corto, conducir vehículos, ir a bares o practicar deportes. No obstante, a lo largo de la década de los noventa, el componente transgresor del consumo femenino de cigarrillos comienza a disolverse cuando se va institucionalizando dentro de unas pautas de ocio, estudio y trabajo normalizadas y va desintegrándose la crítica social hacia que las mujeres fumen o asuman comportamientos codificados en décadas anteriores como masculinos. De hecho, el que hoy fume una mujer se valora como algo normal y corriente, incluso natural.
Esta expansión del consumo de tabaco entre la población femenina ha sido tal que, hoy, las mujeres empiezan a fumar en mayor medida que los varones.
Además, la desequilibrada división del trabajo, la sobrecarga de roles, la desigual distribución del capital social, cultural y económico contribuyen a que las mujeres fumadoras afronten su estrés cotidiano mediante el cigarrillo frente a la falta de disponibilidad de otro tipo de recursos.
Además, el carácter androcéntrico y adultocéntrico de gran parte de las políticas públicas ha contribuido a que las mujeres, sobre todo adolescentes y jóvenes, no perciban los daños del consumo de tabaco más allá de los relacionados con el cáncer de pulmón y el embarazo. El consumo de tabaco puede servir para “engañar” el apetito hasta la hora de la comida y así “evitar el picoteo” .También puede ser utilizado para disminuir intencionadamente las ganas de comer y, de esta manera, comer menos, e incluso “saltarse” algunas comidas. La creencia de que “fumar adelgaza” ha adquirido tal solidez y veracidad en el imaginario femenino, que lleva a muchas muchachas, casi niñas, a comenzar a fumar por su preocupación por el peso corporal; pero, también, a muchas mujeres jóvenes y adultas a no dejar de fumar por miedo a engordar. Además, éstas son más vulnerables a las recaídas en el tabaco por este motivo (Jeffery et al., 2000; Perkins et al., 1997). 
La relación entre tabaco, alimentación y cuerpo puede tornarse más compleja cuando comienzan a intervenir factores como la ansiedad, la obsesión por adelgazar y la presión de los modelos corporales. Esta relación puede llegar a situaciones extremas, en las que el cigarrillo se convierte en una herramienta, probablemente entre otras muchas, para un control metódico y exhaustivo del peso corporal.

PRINCIPALES ENFOQUES EN EL ESTUDIO DEL CONSUMO DE TABACO

Los principales enfoques que han abordado las diferencias entre los sexos en el consumo de tabaco han sido agrupados en las siguientes categorías:
1) Enfoque biomédico; 2) Enfoque psicológico; 3) Enfoque económico y 4) Enfoque sociocultural, e Influencias de los Agentes de Cambio.

Ø  ENFOQUE BIOMEDICO
Desde un enfoque biomédico, los estudios se centran fundamentalmente en los procesos fisiológicos y farmacológicos que afectan a las pautas de consumo de tabaco de mujeres y hombres y en el análisis de la morbimortalidad diferencial entre los sexo relacionada con el tabaquismo. A rasgos generales, la evidencia disponible indica una mayor vulnerabilidad física de las mujeres hacia los efectos tóxicos de la nicotina y una mayor sensibilidad de estas a la disminución de sus efectos de refuerzo- como, por ejemplo, controlar el peso corporal o combatir la depresión- provocados por abstinencia, lo que puede suponer un factor de importancia en los procesos de habituación femenina al consumo de tabaco. Otro conjunto considerable de estudios se ha fijado en el estudio de las diferencias entre los sexos en cuanto a la morbimortalidad atribuida al tabaquismo y, especialmente, en el impacto del consumo de tabaco en el sistema reproductivo de las mujeres.
Ø  ENFOQUE PSICOLÓGICO
Desde un enfoque psicológico, se analiza las diferencias de personalidad y las características psicológicas de mujeres y hombres y su impacto en el consumo de tabaco. Se ha sugerido que la personalidad masculina presenta una mayor impulsividad en el consumo de nicotina-y en general, también en el de la cafeína, alcohol y otras sustancias adictivas- por lo que los varones suelen presentar una mayor probabilidad de llegar a ser fumadores intensivos. También se ha planteado una fuerte asociación en las mujeres, mayor que en los varones, entre fumar y estados depresivos y de ansiedad. Se ha constatado que las mujeres suelen estar menos motivadas para abandonar el tabaco y cuando deciden dejar de fumar recurren a la fuerza de voluntad. Así mismo las consecuencias negativas del consumo de tabaco-por ejemplo, sobre la piel o el olor- estresan a las mujeres en mayor medida que a los hombres. No obstante, se concluye, que las diferencias psicologías entre los sexos no son tantas-al margen de las señaladas-ya que el comportamiento frente al consumo de tabaco está regulado por los mismos mecanismos psicológicos.
Ø  ENFOQUE ECONÓMICO
La mayoría de los estudios económicos se ocupan del análisis de la demanda de cigarrillos – como, por ejemplo, elasticidad de los precios, variaciones de la demanda…- y en los comportamientos de las personas fumadoras como consumidoras que sopesan los costes y los beneficios a la hora de tomar la decisión de fumar y, especialmente de dejar de fumar.
Ø  ENFOQUE SOCIOCULTURAL
El enfoque sociocultural engloba un amplio espectro de estudios que entienden el consumo de tabaco como una práctica o acción social y que, por tanto, adquiere sentido en el contexto social, económico, histórico y cultural determinado que se produce.
Ø  INFLUENCIA DE LOS AGENTES DE CAMBIO
Los cambios en las representaciones sociales de la mujer fumadora no han ocurrido de manera espontánea ni natural sino que han venido profundamente condicionados por la agencia muy concreta de unos actores fundamentalmente en la feminización del cigarrillo: las industrias tabaqueras. Otro agente de cambio decisivo, pero que ha operado en dirección opuesta, son los organismos públicos, tanto a nivel del tabaquismo, tanto a nivel de información y prevención como de deshabituación.

Situación en Argentina

La situación en Argentina es aún alarmante, si bien en el 2004 se observó una disminución en el consumo respecto de las encuestas anteriores.
 Actualmente fuma el 34,5 % de la población adulta, el 23 % de los adolescentes de 12 a 14 años y el 40 % de los de 15 a 18 años, con un claro predominio femenino en edades tempranas. Cada año mueren 40.000 argentinos por enfermedades directamente relacionadas con el consumo del tabaco. 
Nuestro país, gasta 4300 millones de pesos anuales (a valores del 2003) en el tratamiento de patologías tabaco dependientes. Esto representa el 15,5 % del gasto total en salud, no compensado por las recaudaciones obtenidas por el conjunto de impuestos al tabaco que, para el año 2003, fueron de 2500 millones de pesos.

Se observa que, en nuestro país, la prevalencia del consumo entre los profesionales de la salud es similar a la población general. Esto muestra la falta de conciencia del equipo de salud sobre la problemática del tabaco. Sólo la mitad de los médicos cree que el consejo antitabáquico es una herramienta útil para ayudar a los pacientes a dejar de fumar. Un tercio de los mismos ha recibido entrenamiento a cerca de cómo brindar ese tipo de consejo y el 92 % manifestó la necesidad de mejorar su capacitación en tabaquismo. Solamente el 6,5 % de los médicos encuestados, reconoció utilizar reemplazo nicotínico en el tratamiento de la cesación.
 La situación en el pregrado es igualmente insatisfactoria pues sólo el 1,7 % de los estudiantes de medicina conoce una intervención breve para ayudar a sus pacientes a dejar de fumar. 
Según él un estudio de mortalidad atribuible al tabaco (Pitarque, R, Perel P, Sanchez, G), el impacto del tabaco en la mortalidad de la población argentina es realmente significativo. Basta pensar que 16 de cada 100 muertes son debidas a este flagelo.
 El impacto es más evidente si consideramos que 1 de cada 5 muertes en hombres se pueden atribuir al tabaco y 1 de cada 4 si solamente consideramos aquellos hombres que tiene entre 35 y 64 años. 
Sin embargo este estudio muestra que las mujeres no están exentas de este peligro con 1 de cada 10 muertes atribuible al tabaco; considerando que la prevalencia está en una tendencia ascendente en el sexo femenino se podría estimar que esta cifra será aún mayor en un futuro cercano. Con respecto a las causas responsables de esta mortalidad, el mayor peso en general lo tienen las enfermedades cardiovasculares. En el grupo menor de 65 años, sin embargo, el cáncer de pulmón representa la patología que mayor carga produce. 


LA MUJER Y EL EMBARAZO

El fumar es la causa más frecuente de muertes que pueden evitarse. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el porcentaje de mujeres embarazadas que fuman es del 20 % en los países desarrollados mientras que en los países en vías de desarrollo es de aproximadamente del 9 %.
El humo del cigarrillo contiene  más de 2500 productos químicos. No se sabe con certeza cuáles son nocivos para el desarrollo del bebé, pero en las mujeres embarazadas el monóxido de carbono y las altas dosis de nicotina provenientes de la inhalación del humo del tabaco interfieren con el suministro de oxígeno al feto.
La nicotina fácilmente cruza la placenta y sus concentraciones  en el feto pueden ser hasta 15 % más alta que los niveles maternos El fumar prácticamente duplica el riesgo de que el bebé nazca con bajo peso. Se sabe desde hace tiempo que retrasa el crecimiento del feto y los estudios sugieren que además aumenta el riesgo de parto prematuro.
Los bebés prematuros y con bajo peso al nacer tiene mayores riesgos de sufrir problemas graves de salud durante los primeros meses de vida, incapacidades permanentes  (parálisis cerebral, retraso mental y problemas de aprendizaje) e incluso la muerte.

Intervenciones de Enfermería

Comunicación:

El objetivo es fortalecer la acción política, evitar la iniciación del consumo, promover la cesación y defender los derechos del fumador pasivo. Dentro de este eje, se podrían contemplar las siguientes actividades:
Educación por parte de los Profesionales de Enfermería, sobre los componentes del humo del tabaco y los daños que producen en el organismo,dirigidos a adultos fumadores (ambos sexos) y trabajadores de la salud. Los beneficios de dejar de fumar. Los derechos del no fumador. La estrategia de ambientes libres de humo. Diseñar afiches con mensajes sobre los beneficios de los ambientes laborales libres de humo, y  dípticos con mensajes para el fumador pasivo.

Actividades:

Promoción de Ambientes libres de humo.
Capacitar al personal de salud y a Promotores de Salud para que se conviertan en Multiplicadores de la estrategia de Ambientes Libres de Humo y de Prevención del Tabaquismo. Desarrollar en conjunto con salud escolar, proyectos educativos para prevención y control del tabaquismo. 
• Primera etapa: capacitar a docentes en prevención y control del tabaquismo 
• Segunda etapa: implementar un programa de trabajo para lograr escuelas libres de humo. 
• Tercera etapa: elaborar materiales educativos sobre prevención y control del tabaquismo que incentiven el pensamiento crítico de los adolescentes.



CONCLUSIÓN

No se puede obviar que el consumo de tabaco está ligado a una mayor probabilidad de enfermedad y de muerte, y que cada vez más mujeres enferman y fallecen como consecuencia de problemas de salud derivados del tabaquismo. Por tanto, el consumo de tabaco no puede entenderse como una señal de igualdad, sino todo lo contrario, es uno de los más importantes indicadores contemporáneos de desigualdad social y de género. De hecho, esta práctica está cada vez más correlacionada con la desventaja económica y el aislamiento social, como consecuencia del desigual acceso a la información y la inequitativa distribución de los recursos sociales y económicos. Fuman quienes menos tienen y son quienes menos tienen los que sufren más dificultades y obstáculos para dejar de fumar.
Y son precisamente las mujeres –y entre éstas, las de menor estatus socioeconómico y las que se encuentran en situaciones laborales y familiares más precarias– las que presentan una creciente tasa de consumo de tabaco.
La Enfermería debe ejercer liderazgo en reducir la demanda de tabaco y producir un conocimiento científico y tecnológico específico que indique su contribución para la resolución de los problemas del consumo de tabaco.
La visión multidimensional del problema ayudará a buscar los factores determinantes y condicionantes, macro y micro, que contribuyen para la ocurrencia del problema. El aporte del conocimiento científico de enfermería no puede quedarse apenas en relatos de experiencias o resultados de "encuestas". Es necesario desarrollar nuevos paradigmas, teorías y modelos operacionales que orienten el diseño de políticas, programas y proyectos de investigación y de intervención sobre el tabaquismo. Las actividades de intervención de Enfermería en esa área deben tener una base científica para lograr reconocimiento nacional e internacional y facilitar las evaluaciones de beneficios-costos y eficiencia.

Para que la Enfermería dé su contribución a la reducción de la demanda de tabaco, se precisan esfuerzos nacionales para diseñar un plan estratégico regional relacionado a las áreas de educación, investigación y práctica de Enfermería.